Página 7 - QTLIFE_FEB2015_AVANCES

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Nota del QT
Esther Lim solía ser esa hija de misioneros en Indonesia con histo-
rias extrañas. Añosmás tarde, ella está feliz de compartir las historias
de la obra de Dios en su vida como escritora independiente y viajera.
Vive actualmente con su marido médico en Coos Bay, Oregon, y jun-
tos sueñan conmás aventuras por venir.
Conocía a alguien en la universidad que se sintió llamado a hacer grandes co-
sas para el Señor. Dijo que iba a ser misionero en el extranjero y que cambiaría
el mundo, sirviendo a los necesitados de Cristo. Si bien admiré esta noble cau-
sa, algome inquietaba.
De lo que yo sabía de este chico, sus acciones cotidianas y estilo de vida no
parecían coincidir con su visión para el futuro. Hablaba de comprometerse a
una vida de sacrificio, pero no vi ningún indicio de esto en sus opciones en el
momento. Sus hábitos de vida eran extravagantes; le daba prioridad a la como-
didad y se quejaba de las molestias menores. No hacía nada para servir a la co-
munidad local. Eso hizo que me preguntara si él se daba cuenta que más allá
de su punto de vista idealizado de las misiones tal vez podría haber una falta de
recursos, persecución, amenazas a sus seres queridos, o la incomodidad diaria
de, por ejemplo, bañarse en un río o usar una letrina—nada de lo que yo pu-
diera imaginar que él soportaría—.
Cuando Jesús vino al mundo, Él pudo haber ondeado una varita mágica y
cambiarlo de inmediato para ser un mejor lugar—hacer “grandes cosas”—,
por así decirlo. En cambio, Él pasó tiempo sanando individualmente a los en-
fermos, alimentando a los hambrientos, caminando con los marginados de la
sociedad y lavando los pies mugrientos y cansados por los viajes de sus discí-
pulos. Suministerio era todo acerca de servir demaneras prácticas y ordinarias
que generaron cambios espirituales profundos.
¿Alguna vez me he desanimado de servir en pequeñas formas porque espe-
ro que Dios haga grandes cosas a través de mí? He aquí un pequeño secreto:
Dios hace cosas grandes a través de los que son fieles ahora con las cosas pe-
queñas. Se necesita práctica. Y a veces implica una mayor humil-
dad y sacrificio.
“Por eso, mientras estaban cenando, Jesús se levantó de la mesa, se quitó su
manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en una palangana, y
comenzó a enjuagar los pies de sus discípulos y a secárselos con la toalla”.
– Juan 13:4–5
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