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P i o n e r o s d e l a m i s i ó n
Costa de Marfil - África
Kim Seong-yoon, misionero enviado por TIM
Hay
esperanza,
porque
Dios
obra
El 2014 fue un año muy valioso, porque
el 16 de febrero por primera vez nos reu-
nimos en casa con los nativos y rendimos
culto. A decir verdad, estaba muy pre-
ocupada por todas nuestras limitaciones,
porque no sabía ni tocar el piano; y mi
mente estaba tan agobiada que aunque
memorizara las palabras no las recorda-
ba y las pronunciaba raro. Y pensaba:
“Dios, ¿qué estoy haciendo aquí? No sé
hacer nada”.
Hasta que un día, por medio de mi
Tiempo con Dios, me tocó meditar sobre
1 Samuel 1:9-18. Me llamaron la aten-
ción los versículos 10 y 11 que dicen:
“Ana lloró con amargura, oró a Jehová
y lloró desconsoladamente. E hizo voto
diciendo: “¡Jehová de los ejércitos!, si te
dignas mirar a la aflicción de tu sierva
y te acuerdas de mí...”. Yo también oré
como Ana, llorando, angustiada, y hallé
paz recién después de arrodi-
llarme ante Dios. Al igual que
ella, que luego de orar encon-
tró la paz y no volvió a estar
triste (v. 18), yo tampoco volví
a preocuparme, porque tuve la
seguridad de que Dios me uti-
lizará de buena manera a me-
dida que concreta Sus obras.
Tras esta experiencia, inicia-
mos los encuentros siguiendo
las indicaciones de Dios y hasta
conseguimos abrir un aula de
tiempo devocional en una escuela de la
región donde viven los nativos. Aún no
hay nada que sepa hacer, mi pronuncia-
ción sigue siendo extraña y todavía los
niños se burlan de mí, y sigo siendo dé-
bil. De todas formas, permanezco firme,
porque confío en que Dios está obrando.
Las estaciones aquí sólo se diferencian
en si hay sequías o inundaciones. Du-
rante las sequías hace demasiado calor,
y durante las temporadas de lluvia pro-
liferan todo tipo de enfermedades como
la malaria, entre otras afecciones. Es así
que en este sitio, donde los días pasan
tan rápido, me aferro a la Palabra sin
falta, cada vez que me invade la soledad
y la enajenación. Para nosotros, que nos
encontramos en el mundo, la Palabra y
la oración son sinónimos de vida. No hay
ministerio ni acto ni pensamiento a­lguno