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tamos cambiar de rumbo porque nacemos con nuestro navegador
configurado en sentido al Infierno. No es algo que debemos tomar
a la ligera, ya que el Infierno es la mayor tragedia del Universo.
Dios nos ama tanto que nos habla del Infierno. Existen dos desti-
nos eternos, no sólo uno, y debemos elegir el camino correcto si
queremos ir al Cielo. No todos nos llevan allí, sólo hay uno que lo
hace: Jesucristo. Él dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; na-
die viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Todos los demás nos
llevan al Infierno. Alabemos siempre a Dios por Su gracia, que nos
rescata de lo que nos merecemos y nos da para la eternidad lo que
no nos merecemos.
El Imperio Eterno del
Hijo del hombre
Es un error frecuente espiritualizar al Reino Eterno de Dios. No
obstante, en el séptimo capítulo de Daniel, encontramos una reve-
lación apocalíptica de cuatro reinos terrenales, comenzando por
Babilonia de Nabucodonosor que un día será reemplazado para
siempre por un quinto Reino. “Miraba yo en la visión de la noche,
y vi que con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hom-
bre; vino hasta el Anciano de días, y lo hicieron acercarse delan-
te de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los
pueblos, naciones y lenguas lo sirvieran; su dominio es dominio
eterno, que nunca pasará; y su reino es uno que nunca será des-
truido” (Daniel 7:13–14).
A diferencia de las leyes poco convincentes y temporales de las
naciones, se nos ha dicho que el dominio del Mesías, un Reino de
la tierra en este contexto, será “Eterno” y “nunca será destruido”
(v. 14). Cristo no sólo destruirá la tierra donde gobernaron los re-
yes caídos, sino que además gobernará en esa misma nueva tierra.
Por pedido de Daniel un ángel interpreta su visión en el versículo
17: “Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levanta-
rán en la tierra”. Luego, en el siguiente versículo, el ángel hace una
declaración extraordinaria: “Después recibirán el Reino los san-
tos del Altísimo, y poseerán el Reino hasta el siglo, eternamente y
p­ara siempre”. Aquí deja en claro cuál será la ubicación de aquél
Reino (la tierra) y cuál será su duración (eterna).
Meditación del mes: El blog