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imposibles de ponerlas en práctica y en las formalidades, también es cier-
to que son conocidos por su fervor a las cosas de Dios. Nicodemo, uno de
ellos, anhela conocer la verdad con tanto fervor que de noche, va a visi-
tar a Jesús. El Señor le dice que para entrar al Reino de Dios, no es su-
ficiente nacer como judío. ‘Debe nacer de nuevo (de arriba)’, ‘de agua y
del Espíritu’. En otras palabras, debe creer en el Unigénito enviado por
Dios al mundo y recibir la vida eterna (3:16); y practicar la verdad (3:21).
No se trata de inscribirse en la comunidad de los renacidos, sino per-
manecer en la luz, y obedecer la verdad. Después de un tiempo, cuando
Jesús es atacado por los fariseos, Nicodemo lo defiende (7:50-52) ponién-
dose en su lugar.
Jesús y la mujer junto al pozo (4:1-42)
Jesús viene a una ciudad de
Samaria llamada Sicar y le pide de beber a una mujer que está sacando
agua del pozo. Se trata de un acto bastante chocante para la época, ya
que los judíos no tomaban ni siquiera del mismo vaso con los samarita-
nos. Y cuando querían insultar a alguien, lo llamaban samaritano (8:48).
Sin embargo, Jesús había venido a salvar no solamente a los judíos, sino
a toda la humanidad. El punto de inflexión de nuestra vida se da cuando
tenemos el encuentro con Aquel que tiene todas las respuestas de nuestra
vida, y no por medio de una respuesta a una pregunta desafiante. Al dar-
se cuenta de que Jesús es el Mesías a quien había anhelado, la mujer co-
rre a la ciudad a anunciar a otros. Muchos de ellos llegan para escuchar
las palabras de Jesús y creen en Él.
Jesús y el oficial del rey (4:43-54)
Este caso de sanidad es muy seme-
jante a la sanidad del siervo del centurión descrito en Mateo y en Lucas
(Mt. 8:5-13; Lc. 7:1-10). Quizás se trata de un mismo acontecimiento.
Lo importante es saber que Jesús puede sanar a alguien que se encuen-
tra a una gran distancia de Él, ya que la clave está en la fe de uno de re-
cibir la sanidad.
Jesús y el enfermo de hace treinta y ocho años (5:1-47)
Este acon-
tecimiento hace énfasis en que Jesús tiene poder para sanar y autoridad
para perdonar los pecados. Los judíos interpretan este suceso como una
blasfemia contra Dios, ya que Dios es el Único que tiene la autoridad pa-
ra redimir nuestros pecados. Entonces, Jesús les dice que como Hijo de
Dios, tiene la misma divinidad que el Padre, y les explica sobre la po-
testad que ha recibido de Él. Por ser el Hijo de Dios, tiene potestad pa-
ra juzgar a los hombres y dar vida eterna a los que quiere. Los judíos le
piden una señal y conforme a la tradición de la época, Jesús les presenta
dos testigos: Dios y Moisés.