Página 7 - TCD_FEBRERO_2015_AVANCES

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mino para llegar, ni una escuela ni elec-
tricidad ni un hospital, hace imposible
la llegada de pastores aun nativos. Aún
así, ya hace más de once años que Dios
nos ha enviado a mi esposa y a mí a la
aldea de los Aita.
Todos los días íbamos y veníamos de las
montañas, sin descansar ni un día, por
aquellas personas que pasaban hambre
sin nada que comer y que no podían ni
ir a un hospital ni tenían ningún me-
dicamento que tomar aunque estuvie-
ran enfermos. No obstante, por medio
de la gracia del Señor establecimos vein-
tinueve iglesias en medio de las monta-
ñas y predicamos la Palabra, y donde
no habían escuelas los días de semana
se dictaban clases y los domingos pasa-
ba a ser una Iglesia. Logramos hacer que
los jóvenes de Aita tuvieran estudios uni-
versitarios, y se convirtieron en líderes.
Construimos un hospital para que pa-
cientes recibieran atención médica; y
una escuela técnica para que los ado-
lescentes pudieran desarrollarse. Ade-
más, los capacité para el ministerio en
el seminario teológico y tradujimos la
Biblia en su idioma, y cada semana lle-
gaba un nuevo grupo de misioneros des-
de Corea, a quienes tenía
que guiar. Así de atareado
fue mi ministerio en Fili-
pinas, hasta ahora.
A pesar de estar tan ocu-
pado, en un momento mi
cuerpo y mi alma queda-
ron agotados, porque la
tribu de Aita está dividi-
da en siete sub-tribus, por
lo tanto tenía que apren-
der siete dialectos dife-
rentes, lo que me costaba
mucho. Después de tra-
ducir un rato, cuesta tra-
bajo escribir el sermón y
cantar alabanzas. Además, al estar re-
corriendo los ministerios hasta tarde, no
tenía tiempo suficiente para orar. Enton-
ces leía la Biblia y hacía el tiempo devo-
cional por costumbre, y solo pasaba unos
minutos orando. Hasta que un día, al
notar que tenía muchos frutos pero que
mi alma se había debilitado, mi corazón
dijo “basta”, y el Espíritu Santo me hizo
comprender que lo primordial es que mi
alma sea fuerte, y no el trabajo. Por me-
dio de la parábola de la vid, del capítulo
15 de Juan, me hizo saber que si no vi-
vo constantemente unido al Señor, todo
ministerio es un trabajo mío que utilizo
como pretexto para la obra del Señor.
Luego de esa experiencia tuve un ver-
dadero cambio en mi actitud hacia el
ministerio. Cada amanecer buscaba la
compañía del Señor por medio de la ora-
ción y una profunda meditación de la
Palabra que llenaba mi espíritu. Tam-
bién sucedieron grandes cambios en
los ministerios. Hoy, una vez más, me
encuentro a la expectativa del Señor,
quien me consuela, me confronta, me
guía y me alienta, para que a través de
la P­alabra lleve a esta tribu hacia una re-
novada esperanza.