Página 18 - TCD_MAR2016-AVANCES

Versión de HTML Básico

20
Meditando profundamente en la Biblia
del Pastor Lee Jin-hee
La muerte de la oveja sin pecado
Un pastor que conozco viajó a Nueva Zelanda, con el fin de aliviar la intriga
que tenía de saber cómo moría una oveja. Para ello, le pidió a un conocido que
lo llevara para observar su muerte. Aquel hombre lo llamó y organizó todo pa-
ra que el pastor pudiera satisfacer su curiosidad. Afligido por el pobre animal,
el pastor se disculpó intentando cancelar todo, pero sin éxito.
Llevaron una oveja, y un hombre se paró delante del pastor con un cuchillo
en la mano. En aquel momento, el pastor comenzó a pensar: “Perdón, morirás
por mi culpa, tú que no has hecho nada. Perdón”. Y si bien había querido ver
cómo la mataban, no pudo ni mantener sus ojos abiertos. Finalmente, la pobre
oveja murió derramando sangre, y el pastor se sintió muy triste por esa situación.
En la época del Antiguo Testamento, sacrificaban una oveja cada vez que pe-
caban. Seguramente, el pecador observaba cómo moría el animal que no había
hecho nada y prometía no volver a hacerlo. ¿Qué tan apesadumbrados y mal
debemos sentirnos por Jesucristo, Hijo de Dios, si nos sentimos así de apenados
cuando una oveja muere por nuestra culpa? Si pensamos en Jesús, quien derra-
mó Su sangre y murió en aquella terrible cruz por nuestros pecados, no sería-
mos tan indiferentes al pecado y tampoco los cometeríamos.
Rescatado a cambio de la vida del Hijo
Hace diez años, mientras viajábamos con otro amigo pastor, tuvimos un acci-
dente de tránsito en Jerusalén; cuando un coche que venía detrás nos chocó.
Nos detuvimos enseguida para revisar la defensa. Quienes nos habían choca-
do eran palestinos, y uno de ellos se bajó de su vehículo y comenzó a observar
nuestro auto, hasta que de pronto se subió a este y huyó. Nos habían robado de-
lante de nosotros. El error fue que habíamos dejado el motor prendido, y ellos
lo aprovecharon.
Aunque los seguimos en un taxi, no los alcanzamos. Pero como el otro pas-
tor había dejado su teléfono móvil allí, pudimos comunicarnos con ellos. Y nos
dijeron que si les llevábamos dos mil dólares nos devolverían el coche. Enton-
ces, reunimos el dinero a duras penas e ingresamos a territorio palestino a pe-
sar de lo peligroso que era. Allí, nos llevaron a un pequeño callejón. Teníamos
mucho miedo; pero nos entregaron la llave en cuanto les entregamos el dinero.
Y sin darme cuenta, les dije: “Gracias”.
A Dios le sucedió lo mismo dos mil años atrás. Él no lo podía creer cuando
vio que Sus hijos habían sido secuestrados por Satanás y le servían. Y decidió
recuperarnos costara lo que costara. Para librarnos de Satanás tuvo que dejar
que Jesucristo muriera en la cruz. Pagó con la vida de Su único Hijo. “Pues ha-
béis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en
vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19-20).