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Introducción bíblica
no es el hijo mayor que es hipócrita; sino el menor que se ha arrepen-
tido de sus pecados. Además, cuenta la parábola del dueño de la viña
para advertir que los labradores que han matado al hijo del dueño, se-
rán destruidos al fin. A continuación, se refiere a la parábola de la fies-
ta de bodas. El rey hace fiesta de bodas a su hijo, pero los convidados
presentan diferentes excusas para no asistir. Al final, todos incluyendo
buenos y malos, son llevados a la boda; pero hubo uno que no estaba
vestido para la ocasión. El rey ordena echarle en las tinieblas de afuera.
Sobre los tributos (22:15-22)
En segunda instancia, Jesús discute con los fariseos y los herodianos
acerca de los tributos. Deben dar a César, lo que es de César; y a Dios,
lo que es de Dios.
Sobre la resurrección (22:23-33)
La tercera discusión la entabla con los saduceos, que no creen en la re-
surrección. Si una mujer se ha casado con los siete hermanos, cuando
resucite, ¿de quién será mujer?, es la pregunta. Y entonces, Jesús les
responde diciendo que luego de la resurrección, nadie se dará en ca-
samiento.
El más grande mandamiento (22:34-40)
Un intérprete de la Ley pregunta cuál es el gran mandamiento en la
Ley; y Jesús resume toda la Biblia para mencionar dos: amar a Dios y
amar al prójimo.
Cristo y David (22:41-46)
Nadie osa responder a la pregunta de Jesús de cómo si David llamó a
Cristo, Señor, puede ser también Hijo de David. Después de esto, na-
die trata de discutir con Jesús.
Advertencias y lamentaciones (23:1-36)
Jesús nos advierte contra los fariseos y los escribas. Porque estos ense-
ñan sin practicar; produciendo remordimiento de consciencia en sus
hermanos. No solamente ellos no pueden entrar al Reino de los Cielos,
sino que no dejan entrar a otros. Se preocupan tanto en las cosas efí-
meras e insignificantes que pierden de vista lo que es realmente impor-
tante. Son como los sepulcros blanqueados que por fuera, a la verdad,
se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de toda inmundi-
cia. ¡Ay de los hipócritas! Por otro lado, Jesús se lamenta por Jerusalén.