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Introducción bíblica
La oración en Getsemaní (26:36-46)
Después de comer, Jesús va al huerto de Getsemaní, el monte de los
Olivos, a orar. Pedro, Jacobo y Juan no logran vencer el sueño. Jesús les
insta a velar y a orar, aunque sin éxito. Él está solo.
El arresto (26:47-56)
En el Medio Oriente, el saludo consiste en un beso en la mejilla. Así da
a conocer Judas a los soldados, quién es Jesús. Uno de los discípulos
(Pedro) arma un alboroto; pero Jesús lo detiene. Todo esto es para que
se cumpliera lo dicho por el profeta.
El interrogatorio en el concilio (26:57-75)
No es fácil convocar el sanedrín, que cuente con la participación de to-
dos sus miembros en medio de la noche. Por tanto, se cree que partici-
paron solamente algunos líderes. Así es cómo los líderes del templo de
Jerusalén perseguían a los profetas, antes señalado por Jesús. Acusan
a Jesús de haber cometido blasfemia; y sentencian su muerte luego de
presentar falsos testimonios. En este proceso, Pedro, que le seguía de
lejos, niega tres veces a su Maestro.
Viernes: ejecutado en la cruz (27:1-61)
La sentencia de la cruz por Pilato (27:1-26)
Los principales sacerdotes entregan a Jesús a Pilato, el gobernador de
Roma, esperando que este lo ejecute. Judas Iscariote entiende la se-
riedad del caso y se lamenta de sus actos; pero no puede revertir la si-
tuación y acaba con su propia vida. Pilato concede la petición de una
multitud que ha perdido el raciocinio, y deja libre a Barrabás, un cri-
minal, pero sentencia la muerte en la cruz para Jesús.
El escarnio de los soldados (27:27-31)
Los soldados romanos llevan a Jesús, le echan encima un manto escar-
lata, una corona de espinas sobre Su sien y se burlan de Él diciendo que
es el Rey de los judíos.
La muerte en la cruz (27:32-56)
Simón, un hombre de Cirene, lleva la cruz en lugar de Jesús, quien se-
rá crucificado en Gólgota, que significa Lugar de la Calavera. Crucifi-
can con Él a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los
que pasan por allí le injurian, a lo que se suman los ladrones. Cerca de
la hora novena, es decir, a las tres de la tarde, Jesús clama “Elí, Elí, la-
ma sabactani” (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?).