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H
ace veinte años fui enviado por
GBT a EE. UU. para estudiar
letras, y luego de completar la
etapa de adaptación para Filipinas, fui
a Malasia donde tras aprender el idio-
ma oficial comencé a servir a la tribu
“B”, donde ya llevo quince años. Nues-
tra misión principal es la traducción de
la Biblia. Ya tradujimos Mateo, y comen-
zamos con Marcos, Lucas, Hechos, las
Epístolas de Pablo y Génesis. No obstan-
te, además de todo esto debemos realizar
tareas diarias como limpiar, cocinar y la-
var antes de que lleguen los traductores,
que son los misioneros nativos, y una vez
que se van tenemos que ordenar todo, ti-
rar la basura y otros deberes.
Aquel día también fue así. Estaba tra-
bajando en la cocina cuando sentí una
mirada detrás de mí. Al voltear me en-
contré con Frankie, que estaba empa-
pado en sudor, porque había estado
jugando, y vino a pedirme un vaso de
agua. Pero al verlo me enfadé tanto que
Ahn, misionero enviado por GBT(Global Bible Translators)
le dije en coreano: “¿Cuántas veces debo
decírtelo? Tienes que llamar a la puerta
antes de entrar a una casa ajena. Ade-
más, ¿crees que es tan sencillo traer agua
del baño, hervirla, enfriarla y guardarla
en el refrigerador?”. El pequeño bebió
rápidamente y se fue. Cuando descubrí
el vaso que me dejó allí me enfadé nue-
vamente, y pensé: “Es porque no llueve.
Como me queda poca agua en el tan-
que, estoy más preocupado”. Y comencé
a dar una larga lista de excusas.
Esa misma noche, mientras meditaba
Génesis 16, mis ojos se detuvieron don-
de dice “el Dios que me ve”, en el ver-
sículo 13: “Entonces dio Agar a Jehová,
que hablaba con ella, el nombre de: «Tú
eres el Dios que me ve»[...]”. Y recordé
lo que me sucedió con Frankie en la tar-
de y vi cómo yo que había venido a servir
a esta tribu iba perdiendo mi objetivo de
vista. Me fastidiaban los incesantes pe-
didos de los aldeanos, me quejaba todas
las noches cuando sumergía mis piernas
P i o n e r o s d e l a m i s i ó n
El
Dios
que
me ve