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El apóstol Juan clasifica a las personas en dos grandes
categorías: en quienes “aman a sus hermanos” y en
quienes “odian a sus hermanos” (1 Juan 2:10-11). Los
primeros permanecen en la luz, y los segundos están
en las tinieblas. Por ende, estos no pueden iluminar
al mundo, porque oscurecen no sólo sus vidas, sino
también la de su prójimo y al mundo entero.
No vivan como Caín
En 1 Juan 3:12 menciona a Caín, quien no pudo
amar a su hermano. “No como Caín, que era del
maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa
lo mató? Porque sus obras eran malas y las de su
hermano, justas”.
Nos dice que no seamos como él porque no amó a
su hermano. En el cuarto capítulo de Génesis narra
que Caín había llevado como ofrenda un fruto de
su tierra, mientras que Abel entregó al primogénito
de sus ovejas y la grasa de ellas; y fue bien recibido
por Dios, pero no aceptó la ofrenda de Caín. Por eso
enfureció y mató a su hermano en el campo.
¿Cuál es el error de Caín? El primero es haberse
comparado con su hermano, ya que un hermano con
quien comparten la misma sangre no es motivo de
comparación. Por el contrario, es a quien debemos
aplaudir, alentar y amar. ¿Qué deberíamos hacer si
Dios rechaza nuestra ofrenda, y sólo acepta la de
nuestro hermano? Debemos agradecer que haya
recibido la suya y felicitar a nuestro hermano.
A Dios no le agrada que nos decepcionemos
y nos comparemos. Éste es uno de los peores
comportamientos que Satanás puede darnos, porque
una vez que comenzamos a hacerlo, no podremos
amarnos. Todos somos compañeros, somos un
equipo. Hagamos lo que hagamos, recordemos que
no somos rivales, sino que somos una familia, somos
semejantes.
El segundo error de Caín fue no creer en Dios. No
creyó en Su juicio. Dios es quien decide qué ofrenda
aceptar y cuál no. Y Caín desafió su decisión, cuando
todo juicio de Dios es correcto. Toda elección de Dios
es acertada. No obstante, Caín no creía en que Dios
es Bueno y en que todas Sus obras son correctas.
El tercero, fue haber hecho el mal porque en lugar
de reprimir el pensamiento de “quiero matar a mi
hermano” en el instante en que surgió, continuó
alimentándolo hasta que lo concretó cuando nadie
lo veía.
Y su última equivocación fue amar de manera
egoísta. Un amor egoísta es como dice en 1 Timoteo
6:5 “tomar la piedad como fuente de ganancia” y