de la Iglesia a nivel mundial: el mayor
desafío del mundo.
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En Lucas 24:46-47, Jesús dijo que así
estaba escrito en el Antiguo Testamento:
“Y que se predicara en su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados
en todas las naciones, comenzando desde
Jerusalén”.
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En Juan 17:18 y 20:21 dijo que Su
mandamiento es una continuación de
Su propia misión en la tierra. Jesús era
el perfecto misionero multicultural. Pagó
por la redención y nosotros lo llevamos
al resto del mundo y sin nosotros no
lo tendrían. “Como tú me enviaste al
mundo, así yo los he enviado al mundo”,
“Como me envió el Padre, así también yo
os envío”.
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Y en Hechos 1:8, Jesús le dijo a sus
discípulos que envió al Espíritu Santo
solo para que al recibirlo tengamos poder
para la misión. “Pero recibiréis poder
cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y
hasta lo último de la tierra”.
Nuestras vidas no tendrían sentido si
no estuvieran vinculadas a este desafío.
No todos los cristianos son misioneros,
pero todos están interesados en las
misiones. Todos están conectados y
desean permanecer conectados. Ningún
cristiano debe pasar meses sin pensar en
este deber.
El desafío y la grandeza
La misión mundial es más importante
que cualquier otro objetivo mundial.
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Es muchomás importante que el desafío
de erradicar las enfermedades, debido a
que las consecuencias de nuestro fracaso
son peores que en cualquier otro caso.
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Es mucho más amplio que el desafío de
alfabetizar a todas las personas de este
mundo porque tal objetivo está dentro
de la misión (ya que una de las metas
del discipulado es que lean la Biblia) y va
mucho más allá de creer lo que uno lee.
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Es inmensamente más complicado
que poner fin a todas las guerras porque
hay hostilidades mayores y más crueles
contra la humanidad, que lo que puede
haber en una batalla armada.
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Es más difícil que alimentar a todos los
desnutridos del mundo, ya que busca
lograr eso y además se extiende mucho
más allá que la hambruna que lleva a la
desnutrición y la muerte.
¿Por qué es el mayor desafío?
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Porque lleva la mayor noticia del
mundo: podemos salvarnos del juicio de
Dios por medio de la fe en la muerte y la
resurrección de Cristo.
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Porque lleva consigo la compleja tarea
de inculcar la fe cristiana en miles de
culturas diversas sin atenuar el mensaje
de la salvación.
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Porque requerirá un sacrificio aún
mayor que cualquier otro desafío. No
sólo por su gran complejidad, sino por
la gran oposición que hay. Pero Jesús nos
lo advirtió: “[...] seréis odiados por todos
por causa de mi nombre” (Mateo 24:9).
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