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La finalización del templo (Caps. 5-6)
Surgieron dos profetas, Hageo y Zacarías, que predicaron a Jerusalén y a Judá
“en el nombre del Dios de Israel” (v. 1). Como resultado, Zorobabel, el gobernador,
y Josué, el sacerdote, tomaron la iniciativa de reanudar la construcción del templo,
mientras los dos profetas continuaron predicando. CuandoTatenai, el gobernador
de la provincia al oeste del río Éufrates, se enteró de la reconstrucción, investigó quién
había permitido que los judíos emprendieran tal proyecto y los nombres de quienes
participaron en ello. Cuando escuchó que el mismo rey Ciro había permitido el
proyecto, Tatenai le escribió al rey Darío, solicitando una aclaración. El soberano
le ordenó a Tatenai que no interfiriera con el proyecto, y que más bien ayudara a
los judíos hasta que finalizara todo, pues Darío sabía que Ciro había permitido,
efectivamente, tal trabajo. El templo finalmente se terminó y los judíos celebraron la
Pascua.
La segunda oleada del regreso de los judíos (Caps. 7-8)
Esdras, descendiente directo de Aarón y hombre consagrado aDios y a su Palabra,
dirigió la segunda oleada de judíos que regresaron a Jerusalén. Debido al favor de Dios,
llevaron con ellos grandes cantidades de oro, plata y otras provisiones suministradas por
el reyArtajerjes para el templo de Jerusalén. Llegaron sinningún percance a la capital.
Las reformas de Esdras (Caps. 9-10)
Esdras quedó consternado por la grave falta cometida por los judíos que habían
regresado anteriormente: se contaminaron con las prácticas detestables de los pueblos
paganos vecinos y contrajeronmatrimonio con las mujeres de ellos. La gravedad de
estos pecados llevó a Esdras a hacer luto, a ayunar y a arrepentirse. Los judíos pronto
siguieron su ejemplo, y esto culminó con el luto y el arrepentimiento de todo el país.
Conclusión
Dios regresa a su pueblo a Jerusalén; pero, Israel se olvidó rápidamente del Señor y
siguieronmaloscaminos. Si lasalvacióndependieradel ser humano, jamásseríasalvo. ¡Alabado
seaDios, porque lasalvaciónsedebea laobraculminadadeJesúsen lacruz!
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Escrito por
Deolito Vender Vistar, Jr.