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opusiera a la autoridad, estaría en contra de las obras de Dios, por
lo cual sería castigado.
Cuando Pablo escribió estas palabras se encontraba en prisión;
y él no se opuso en ningún momento a la autoridad de aquellos que
lo encarcelaron, pues creía que de esta manera estaba manifestando
la gloria de Dios. Los que fueron testigos de su prisión tuvieron que
soportar el dolor con paciencia.
No obstante, el creyente no debe acatar todo lo que las autorida-
des le exigen. Pablo conocía muy bien el ministerio de los profetas
del Antiguo Testamento, cuya principal función había sido advertir
a las autoridades del inminente juicio de Dios. El apóstol manifiesta
que la libertad que el creyente comienza a disfrutar no es para ha-
cer lo que desee, y que como cristiano, debe cumplir con todos los
deberes para ser un ciudadano ejemplar. Sin embargo, hay veces en
que, para obedecer la autoridad de Dios, debe ir en contra de la au-
toridad del mundo: los cristianos de la Iglesia primitiva rechazaron
idolatrar al emperador romano, los de Estados Unidos de América
se opusieron a la esclavitud, y los creyentes de Europa fueron los
primeros en salvar a los judíos de la masacre de los nazis. Pablo en-
seña que se debe obedecer la autoridad del mundo, siempre y cuan-
do esto no implique desobedecer a Dios.
Saludos finales (3:12-15)
Es probable que Pablo haya hecho llegar esta epístola a la Igle-
sia de Creta por medio de Zenas, intérprete de la Ley, y Apolos. Se
cree que este útimo es la misma persona de Corinto, poderoso en
las Escrituras (Hechos 18:24-28; 1 Corintios 3). Pablo le ordenó a
Tito para que proveyera todo lo que estos emisarios pudiera nece-
sitar. También pidió que dejara la Iglesia a cargo de Artemas, o Tí-
quico, quienes llegarían después, y así Tito podría pasar el invierno
con él en Nicópolis.