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I n t r o d u c c i ó n b í b l i c a
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La mala fama de los cretenses (1:12)
Cierto profeta cretense catalogó a sus coterráneos como menti-
rosos, malas bestias y glotones ociosos. Esto fue en el Siglo VI a. C,
y fue un poeta llamado Epiménides en Cnosos (esta era una de las
ciudades de Creta). Los cretenses sostenían que el sepulcro de Zeus
se encontraba en su isla; pero, el poeta y profeta lo negó en sus escri-
tos. Pablo reconoció como verdadero el testimonio de Epiménides, y
exhortó a Tito para que los reprendiera duramente, pues sabía que
los cretenses tenían la costumbre de mentir con frecuencia.
Creta fue la cuna de la civilización minoica, descendientes de
Cam, no de los griegos. El Antiguo Testamento se refiere a esta zo-
na como
Caftor
, la cual era dominada por los filisteos. Para ser más
precisos, Caftorim, uno de los hijos de Cam (Génesis 10:14), es el
padre de los cretenses.
La ética de la Iglesia (2:1. 3:11)
Pablo exhortó a Tito para que enfocara su ministerio en forma
diferente, según el grupo de hermandad. Sus enseñanzas debían ir
orientadas a ancianos, ancianas, varones o mujeres jóvenes. Cuando
se tratara de las jóvenes, le ordena dejarlo en manos de las ancianas
(2:1-6). Por otro lado, le entregó también instrucciones referentes
a los siervos.
Era muy importante que, en una sociedad en la que abundaba el
engaño y la mentira, como en la isla de Creta, los cristianos fueran
amables, reverentes en su porte y honestos; porque, según la actitud
y las obras de la comunidad, podían provocar cambios en la socie-
dad. Pablo mandó a ser primeros en ayudar a los demás y a no caer
en las contiendas y argumentos vanos sobre la Ley.
También hizo énfasis en que los cristianos fueron salvos por la
misericordia de Cristo, pues Él los ha redimido del pecado, y pue-
den ser parte del pueblo de Dios que hace buenas obras. La ética
eclesiástica para todos los que confiesan que Jesucristo es el Señor,
es: “Los que creen en Dios, deben ser prudentes en todo y esforzar-
se en hacer las buenas obras”.
La obediencia a las autoridades (3:1)
La postura de Pablo es que, incluso las autoridades del mundo,
fueron establecidas por la soberana voluntad de Dios, por lo que el
creyente debe esforzarse en obedecerles (Romanos 13:1-7); y si se