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P i o n e r o s d e l a s m i s i o n e s
Yemen es el país con aroma a
café y un cielo hermosamente es-
trellado. Sin embargo, tras el se-
cuestro de Afganistán por parte de
Al Qaeda, en el 2007, dicha orga-
nización se estableció en el país, y
desde entonces amenaza a extran-
jeros y al propio gobierno. Debido
a los constantes secuestros y asesi-
natos de funcionarios importantes
y otros ciudadanos, se restringió el
libre tránsito por las rutas, e inclu-
so se ha complicado circular por
el centro. El sitio por donde pasé
esta mañana fue blanco de un ata-
que suicida que dejó cien muertos
y trescientos heridos. Cada vez que
suceden estas cosas me rindo ante
la Palabra:
Dios es nuestro amparo y
fortaleza, nuestro pronto auxilio en las
tribulaciones
(Salmos 46:1).
Desde hace dos años llegó el fu-
ror por aprender español, y muchos jóvenes universitarios, trabajadores y
demás, vienen a tomar clases. A pesar de que los lugareños le dan mucha im-
portancia a la familia y a la comunidad, les reiteré que extender una mano de
solidaridad a todos aquellos que estudian aquí sería una gran esperanza para
todos, y les enseñé una vida que comparte, además del idioma.
Cierto día sentí mucha tristeza por unos estudiantes que no pudieron re-
cibir ayuda financiera del gobierno. Me hizo enojar el hecho de que el país
invirtiera miles de dólares en terroristas, y no en quienes quieren aprender
por el futuro de su nación. Mientras oraba dolido por este tema, escuché una
voz: “¿Acaso tú no recibes apoyo de la gracia de Dios? Todos los que vienen
aquí reciben lo mismo”. Era cierto; y dejé grabado en lo profundo de mi cora-
zón que este centro y yo estábamos recibiendo una ayuda mucho más grande
que la del gobierno: la gracia de Dios, la oración y el patrocinio de los fieles.
Mar Rojo
Arabia
Saudita
Yemén
Omán
Irán
Irak
Saná
el Señor me fortalece
Cuando soy débil,
David Kim