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ta inquietud era aún mayor en aquella época ya que los
hijos eran su futuro. A pesar de que Dios le prometió que
le daría una gran nación, los días pasaban sin ninguna se-
ñal de que fuera a tener algún descendiente.
Finalmente recibe la Palabra de Dios: “No temas”.
Abram no tiene una promesa detallada de cuándo ten-
drá un hijo, ni señales de si esto se cumpliría. Pero Dios
le pregunta: “¿A qué le temerás si yo permanezco conti-
go y soy el escudo que te protege, y seré tu recompensa y
te daré un descendiente?”.
El miedo aparece cuando perdemos de vista a Dios, quien
es el dueño de nuestras vidas. Cuando tenga algún proble-
ma y sienta que está rodeado de enemigos, recuerde que
el Cielo está abierto para usted. Busque y mire a Dios,
quien tiene el poder de los cielos y la tierra. Si confía en
Él, que es nuestro escudo, podrá superar cualquier temor.
Ore por una visión específica
En el versículo 2, Abram que aún no tiene hijos y tiene
de mayordomo a Eliezer, el damasceno, ora a Dios, pre-
guntando: “Señor Jehová, ¿qué me darás?”. Entonces,
Dios le responde: “No te heredará éste, sino que un hijo
tuyo será el que te herede” (v. 4), y le da una lección au-
diovisual para que recuerde vívidamente su visión. Una
noche estrellada, Dios invita a Abram a contar las estre-
llas y le dice: “Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas
[…] Así será tu descendencia” (v. 5).
Esto es precisamente una visión. Una visión es un fu-
turo que no vemos, pero debemos recordar el hecho de
que toda visión comenzó por la oración de Abram pre-
guntando: “Dios, ¿qué me darás?”. Es por eso que el
pastor Bill Hybels asegura que “la oración es el seno de
La visión no es lo mismo que la ambición.
La ambición humana nace exclusivamente
de nuestros corazones.
Sin embargo, la visión bíblica nace de nuestra oración.
¿Desea esa vida grandiosa
que el Creador preparó para usted?
Entonces, inclínese y pida que lo guíe.