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El suceso en Betania (11:1-12:11)
Resucitó a Lázaro (11:1-44)
Lázaro y sus hermanas, Marta y María, son amigos de Jesús. Ellos viven
en Betania, cerca de Jerusalén. María es la mujer que derrama perfume
en los pies de Jesús y los enjuga con su cabello (12:1-8). Pero es posible
que no sea la misma mujer que aparece en Lucas (Lc. 7:36-50). Al ver a
Lázaro enfermo, Marta y María desean que Jesús venga a Betania inme-
diatamente. Pero al estar cerca de Jerusalén, sería riesgoso para el Señor
el viaje. Él se detiene dos días más en donde se encuentra, antes de par-
tir a Betania. El viaje es tan peligroso, que Tomás dice: “Vamos también
nosotros, para que muramos con Él” (v. 16). Cuando Jesús llega a Beta-
nia, Lázaro había muerto hace cuatro días. Marta trata de recobrar su
fe al recibir a Jesús. Si bien su hermano yace en el sepulcro, tiene la fe
de que algo puede hacer el Señor al respecto; y escucha de Él decir que
puede vencer la muerte: “Yo soy la resurrección y la vida… todo aquel
que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (vv. 25-26).
Jesús pregunta por María. Ella y los que se encuentran en la casa lloran
la muerte de Lázaro delante de Jesús. Al ver sus lágrimas, el Señor se es-
tremece en espíritu. Ya cerca del sepulcro, Jesús también llora. Es poco
probable que hayan sido lágrimas de despedida a Lázaro, porque sabía
que resucitaría. Tampoco se lamenta de la tristeza que Marta y María
sienten, ya que pronto esas lágrimas se tornarán en risas. Las lágrimas de
Jesús deben haber sido por la muerte provocada por Satanás. La muerte
nunca ha formado parte de la creación de Dios (Gn. 1:22). Quizás Jesús
llora porque pronto a Él le tocaría vivir la muerte también. Sabe que al
resucitar a Lázaro, Él sería condenado a muerte. Jesús llora una vez más
antes de entrar a Jerusalén por última vez (Lc. 19:41). Por otro lado, He-
breos registra que Cristo, en los días de su carne, ofrece ‘ruegos y súpli-
cas con gran clamor y lágrimas’ (He. 5:7).
La conspiración va llegando a su fin (11:45-57)
El libro de Juan sostiene que la resurrección de Lázaro fue un suceso clave
para llevar a la muerte a Jesús. La preocupación de los fariseos y los sadu-
ceos no era de carácter religioso, sino político, ya que creían que cuanto
más aumentaba el número de los seguidores de Jesús, más probable era
que se involucrara el gobierno romano, quitándoles el poder político del
que gozaban. Es por ello que Caifás, el sumo sacerdote, dijo que conve-
nía que un hombre muriera por el pueblo, y no que toda la nación pere-
ciera (v. 50). Y conspiran para matar a Jesús.