Página 11 - TCDVV_FEB2016_AVANCES

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TcD Vida Viva • 
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Traducción: Yoon Jong-seok
Fotografías: equipo de fotografía de Duranno y shutterstock
Texto tomado de “Momentos Íntimos con el Salvador” de Ken Gire Copyright © 1898 by Ken Gire.
Utilizado con el permiso de Zondervan. www.zondervan.com
para él mismo, y muchas otras ocasiones. Pero todo se trata del dinero y éste es
el balance final de Zaqueo. Es el resultado de una vida en quiebra.
No obstante, Jesús no fue a controlar e inspeccionarlo, sino que fue a buscar el
lado destruido de la vida de Zaqueo, y allí ve todas las huellas y rastros de las
veces que retrocedió, y Su corazón se llena de misericordia por el niño que tu-
vo que crecer en un mundo de gigantes. Enseguida lo llama por su nombre y le
pide hospedarse en su casa.
Al ver los ojos de Jesús, que analizan hasta lo más profundo de su espíritu, Za-
queo ve los ojos del Rey y los de un amigo al mismo tiempo. Pronto comienza a
escucharse las objeciones de la multitud: “¿Que dónde se hospedará? ¿En la ca-
sa de aquél? ¿Cenará con ese pecador?”. No obstante, ni todo aquel repudio de-
tendrá este instante de acercamiento.
Así como recibimos a algún amigo que echamos de menos durante mucho tiem-
po, Zaqueo se bajó de un salto del árbol, y llevó a Jesús a su casa. Y todas las ga-
nas de arrepentirse que llevaba guardadas en su corazón durante tantos años,
comenzaron a brotar sin parar. Y con una palabra de devoción entrega los aho-
rros de su vida. No es una promesa en vano de que entregará el 10%; sino que
promete distribuir la mitad de sus bienes a los pobres y devolver cuadriplicado
lo que obtuvo engañando.
¡Observen con atención este milagro donde el camello pasa por el ojo de una
aguja! Miles de años atrás, los gritos del ejército de Josué destruyeron los mu-
ros de Jericó una madrugada (Josué 6). Hoy, se derrumba otro muro allí ante el
pedido del Rey, de ser amigos. Pero esta vez aquel muro es el corazón de un ri-
co; y de aquellos escombros renace la parte de Zaqueo que había sido derriba-
da por los hombres.
Amado Jesús:
Desde hace mucho tiempo escuchaba sobre Ti, y siempre quise conocerte
personalmente. Es por eso que a pesar de que me avergonzaba me trepé a
un árbol y oré: “Señor, por favor acércate a mí”. No es que yo te encontré
en las calles, sino que Tú me buscaste primero en aquel sicómoro. Antes
creía que sólo mi empleo y mis bienes elevarían mi estatus. Señor, Tú
que me hiciste comprender mi pequeñez espiritual, perdóname por haber
esperado durante años una recompensa por mi condición física.
Zaqueo, el de estatura baja,
fue objeto de burla, asombro y discriminación desde pequeño.
Su lado sensible murió al ser pisoteado por la gente.
De adulto pisoteó
a todo aquél que se interpusiera en su camino
y a los mayores.
Así, aprendió a recompensarse solo.