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TcD Vida Viva • 
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Luego, explica la manera de alcanzar la vida eterna. El joven que ha-
bía preguntado sobre la vida venidera ha guardado la Ley toda su vida;
pero siente que algo le falta. El Señor le dice que venda todos sus bie-
nes y los reparta a los pobres. No podemos tener dos señores y servir a
Dios y a las riquezas. Este pasaje siempre ha provocado controversias,
al llevarnos a plantear la siguiente pregunta: ¿Los cristianos no pueden
ser ricos? Jesús dice que es tan difícil que un rico entre al Reino de los
Cielos, como pasar un camello por el ojo de una aguja. Entonces, no
podemos dejar de sentir temor al preguntarnos quién podrá ser salvo.
Lo único que podemos hacer nosotros, es examinar nuestro corazón y
apelar a la gracia de Dios.
El Señor del Reino de los Cielos (20:1-28)
Nadie tiene garantizada la entrada al Reino de los Cielos; porque los
postreros pueden reemplazar a los primeros. Por tercera vez, Jesús
anuncia Su muerte y Su resurrección. La madre de los hijos de Zebe-
deo le pide a Jesús que sus hijos se sienten a Su derecha y a Su izquierda,
desatando un acalorado debate entre los discípulos. Jesús les recuerda
que el que quiera hacerse grande, debe ser un siervo, ya que Jesús vino
a este mundo también para servir.
La entrada a Jerusalén (20:29-21:46)
Jesús y Sus discípulos llegan primero a Jericó. El Señor sale al encuen-
tro de dos ciegos y les regresa su vista. Se trata de un milagro divino
que demostró la naturaleza mesiánica de Jesús, inmediatamente antes
de entrar a Jerusalén.
Jesús va a Jerusalén montado en un burrito que no había sido utilizado
por nadie. Optó por el pollino en lugar de un caballo frecuentemente
montado por reyes y comandantes, para cumplir lo dicho por el pro-
feta Zacarías (Zacarías 9:9). El pueblo tiende en el camino sus mantos,
clamando ‘Hosanna (sálvanos)’.
Una vez en el templo, Jesús echa fuera a los comerciantes, y sana a los
enfermos. Sin embargo, los líderes religiosos ponen en duda la autori-
dad del Señor. Jesús desafía la autoridad y la justicia de ellos, y les dice
que el Reino de los Cielos no es de ellos; sino de los que se arrepien-
ten y creen en el Señor.
A continuación, podemos ver dos parábolas. La primera presenta un
contraste entre el hijo mayor que obedeció con palabras, pero desobe-
deció con sus obras; y el menor, que en un inicio se rebeló, pero arre-
pentido, obedeció al final. El mayor simboliza a los sacerdotes y fariseos;
mientras que el menor, a los postreros, es decir, a los publicanos y peca-
dores. La segunda parábola es la de los labradores que arriendan una
viña. Estos maltratan a los siervos enviados por el dueño de la viña, y
terminan matando a su hijo. Durante cientos de años, Dios les había
mandado profetas para que se arrepintieran de sus pecados; pero Israe­l
desobedeció con obstinación. Al final, el Reino de Dios será arrebata-
do de sus manos y dado a otros.