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Introducción bíblica
fe de Sus discípulos que se han mostrado incapaces de sanar al mucha-
cho, y lo sana.
La muerte y resurrección (17:22-23)
Una vez más, Jesús anuncia las cosas que le van a suceder en Jerusalén.
Será entregado en manos de hombres, lo matarán, pero al tercer día
resucitará. Los discípulos siguen atemorizados.
El impuesto para el templo (17:24-27)
En la época de Nehemías, el impuesto para el templo era apenas cua-
tro gramos de plata, que es la tercera parte de un siclo, y era voluntario
(Nehemías 10:32). Pero en la época de Jesús, el impuesto era obligatorio
para todos los varones de más de veinte años, y debían dar dos dracmas,
que equivale a medio siclo. Jesús es Rey y, por tanto, no debiera pagar
el impuesto; pero para no ser de tropiezo a los demás, manda a Pedro a
sacar una moneda de un siclo de la boca del pez, y a pagar por ambos.
Sobre el pecado y el perdón (18:1-35)
El Reino de los Cielos es de aquellos que son como niños. Es grande el
castigo para aquellos que hacen tropezar a los pequeños que creen en
Jesús. El pecado conlleva una responsabilidad a nivel personal, pero
también a nivel social. Debemos procurar que ningún individuo ni or-
ganización social nos lleve al pecado. Jesús nos enseña diciendo que si
el ojo nos es ocasión de caer, lo saquemos de nosotros. Es decir que de-
bemos hacer todo lo que está a nuestro alcance para huir del pecado.
¿Qué debemos hacer si con todo lo que pudimos habernos esforzado, cae-
mos en el pecado? A continuación, Jesús enseña sobre el perdón. Dios
no baja los brazos en Su lucha por las almas; porque es como el pastor
que deja las noventa y nueve ovejas en el monte para ir a buscar a la ove-
ja perdida. Por tanto, si alguno pecara, debe hacer todo lo que pueda pa-
ra quitar ese pecado de su vida. Primero, debemos exhortarle estando a
solas con él o ella; luego, con testigos; y en última instancia, tratar el te-
ma con la Iglesia en general. Los que no se vuelven de sus caminos con
obstinación, deben ser tratados como gentiles o publicanos. Pero ten-
gamos en cuenta lo que Jesús le dijo a Pedro cuando le preguntó hasta
cuántas veces debía perdonar: “hasta setenta veces siete”. Es decir, que
debemos perdonar una y otra vez. El deseo de Dios es que nosotros tam-
poco dejemos de luchar para llevar a los pecadores a los pies de Cristo.
Sobre el divorcio y las riquezas (19:1-30)
Los fariseos preguntan a Jesús sobre el matrimonio y el divorcio. Moi-
sés permitió repudiar a la mujer con carta de divorcio; pero Jesús se
opone a esto, aplicando una regla general que tiene una única excep-
ción, que es ‘la fornicación’. No viene al caso averiguar si el acto de for-
nicación se ha traducido en un adulterio prolongado o simplemente en
un acto sexual. Jesús nos enseña que debemos hacer todo lo que está a
nuestro alcance para alcanzar el perdón y la reconciliación, respecto a
los pecados que se cometen dentro del matrimonio.