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El Salvador demi alma 
de Ken Gire (3)
Tiempo atrás, perdimos el Paraíso, pero gracias al Hijo de Dios, se restauró
nuevamente el acceso. No obstante, María Magdalena aún no conocía esta ver-
dad. Su esperanza fue aplastada por la lanza de un soldado romano y pisotea-
da por las espuelas.
Su esperanza era Jesús y, luego de que Él transformara su vida, ella siempre lo
siguió. Jesús la liberó de un sufrimiento indescriptible, echando a los siete de-
monios fuera de ella. Le dio vida y se acercó a ella con amor y misericordia,
dándole dignidad y valor. Además, le dio esperanza.
Sin embargo, aquella esperanza se desvaneció en el fondo del corazón de es-
ta mujer; pero ella logró conseguir la fuerza de donde no tenía para superar el
cruel pisoteo de los soldados. Así como el césped vuelve a erguirse luego de ser
pisoteado, ese “algo” que ella tiene es la fuerza de restitución que es justamente
el “amor”. Esto fue lo que la acercó a la cruz de Jesús y ahora es lo que la lleva
hacia Su tumba. María llega allí tras atravesar la oscura colina y se encuentra con
una escena terrible: la roca que bloqueaba la tumba está desplazada hacia un la-
do, lo cual significa que alguien traspasó el sepulcro. En aquel instante cuando
creía que nada podía ser peor, la vida entera se torna más triste, la noche más
oscura aún, y la esperanza termina de desvanecerse.
María cuidó de Jesús en los momentos de Su
mayor oscuridad.
Ahora, en los momentos de mayor oscuridad para
ella, Jesús cuida de ella.
En aquel entonces, Él vio su dolor
y ahora resucitó y está con ella para limpiarle
todas sus lágrimas.