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Pablo, quien en 1 Corintios 13:11 compara el amor
inmaduro y el maduro utilizando la alegoría de un ni-
ño y un hombre, ahora en el versículo 12 lo explica
con el ejemplo de un espejo. Nuestro amor debe ir cre-
ciendo hasta llegar a ser cara a cara, que se conoce por
completo, que no tiene faltas, y que además abunda.
····· El amor cara a cara
En la época de la Iglesia primitiva los espejos se
fabricaban con plata o bronce; no se veía claramen-
te, como en la actualidad. Por tal motivo, la gente no
podía conocer su rostro a la perfección; en ocasiones
hasta se veía distorsionada.
El amor inmaduro es como mirarse en un anti-
guo espejo: hay distorsión con facilidad; puede llegar
a ser tan borroso que no se puede conocer con exac-
titud. Es como una imagen tomada con una cámara
que no enfoca bien: no nos muestra algo con preci-
sión, y por más que miremos detenidamente, es lo
mismo que nada; por más que intentemos capturar
algo, será imposible.
Por otro lado, el amor maduro es como verse ca-
ra a cara. ¿Se imaginan lo conmovedor e impactante
que será ver el rostro del Dios absoluto, si tomamos en
cuenta que, con sólo ver el sol, nos deslumbramos? Si
bien es imposible abrazar la imagen que vemos en el
espejo, sí será posible cuando estemos frente a frente,
rostro con rostro. Dios no nos evadirá, aunque seamos
mendigos con olor repugnante; gracias a su Hijo Je-
sucristo, que nos sacó de la suciedad del pecado, nos