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400 años después de Malaquías
Existe un lapso de unos 400 años entre Malaquías, que es el último
libro del Antiguo Testamento, y Mateo, el primer libro del Nuevo Tes-
tamento. Luego del cautiverio, el pueblo de Israel volvió a su tierra y
reconstruyó la nación, bajo el dominio e influencia de otra potencia
mayor. Primero fue Persia, y luego Grecia, los países que conquista-
ron a Israel. El joven emperador, Alejandro Magno, impuso la cultu-
ra helenística en cada país que colonizaba. No obstante luego de su
muerte, cuatro generales se divideron las tierras, de los cuales Ptolo-
meo y Seleuco fueron los que ejercieron mayor influencia sobre Israel.
El Imperio Ptolemaico se estableció en Egipto, y gobernó desde
allí a Israel durante más de 100 años, seguido por Antíoco Epífanes,
del Imperio Seléucida, que impulsa grandemente la política helenís-
tica. Con el propósito de eliminar la religión de los judíos, destruye-
ron los manuscritos del Pentateuco mosaico, obligándolos a adorar
a Zeus. Lo más cruel que hicieron fue ingresar al templo con el ejér-
cito, levantar la imagen de Zeus allí y presentar como holocausto un
cerdo, animal inmundo. Como respuesta a esto, se levantó la rebelión
macabea, liderada por Macabeo, lo cual lleva a Judá a librarse de las
influencias de los seléucidas y a gozar de libertad política y religiosa
durante unos 100 años.
Sin embargo, apareció otra gran potencia, que es el Imperio Roma-
no. En el año 63 a. C, el general Pompeyo sitió el Monte Sinaí durante
tres meses y conquistó Jerusalén. Causó una gran masacre de sacerdo-
tes y profanó el Lugar Santísimo. En el año 37 a. C, Herodes fue nom-
brado gobernador de Jerusalén por el Imperio Romano. No era judío
de nacionalidad, sino un idumeo (de Edom) que se había convertido
nominalmente al Judaísmo. Buscando el favor de los judíos, constru-
yó un gran templo en Jerusalén y otro en Samaria; además, cambió el
nombre de una ciudad por Sebaste, en honor al emperador Augusto.
Herodes controló a los sumos sacerdotes y pidió muchos tributos pa-
ra seguir construyendo. Israel, el pueblo de Dios, tuvo que soportar
los altos tributos, además de sufrir la tiranía de un emperador gentil,
por lo que el anhelo por esperar al Mesías que los libraría del dolor
aumentaba cada día.