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Uza transgrede la Ley de Dios, la cual estipula que solamente los coati-
tas, hijos de Aarón, podían tocarla (Números 4:5-6, 15). Tal situación pro-
voca gran temor en David, por lo que manda que el arca repose en la ca-
sa de Obed-edom, y durante los tres meses que permanece allí, Dios ben-
dice aquella morada. Con el tiempo el salmista decide trae el arca de Dios
a Jerusalén, y todo es preparado nuevamente; pero, esta vez, los hombres
la llevan sobre sus hombros. El arca de Dios es puesta en una tienda, como
cuando Israel andaba por el desierto.
La última parte de la historia del traslado del arca enseña por qué Mi-
cal no puede recibir la herencia de la casa de David. El rey danza con todas
sus fuerzas delante de aquellos que cargan el arca; no le importa que se des-
cubriera parte de su cuerpo. Sin embargo, su esposa, Mical, cuando lo mi-
ra por la ventana lo menosprecia en su corazón; lo critica y subestima por
sus actitudes. De ninguna forma ella puede conocer el gozo y la conmoción
propia de niños que rebozó el corazón de David. Por haber menospreciado
a su esposo, ella no pudo tener hijos durante toda su vida. Como resultado
se cumple la voluntad de Dios de dejar sin linaje a la casa de Saúl.
El pacto de Dios (capítulo 7)
Si bien el arca del pacto de Dios ha vuelto a Jerusalén, David no se sien-
te a gusto, porque mientras él habita en un palacio de cedro, el arca se en-
cuentra en una tienda (7:2); por este motivo el salmista determina cons-
truir un templo para Dios. El profeta Natán está de acuerdo con él; pero,
en medio de la noche escucha la Palabra de Dios que le dice que David no
construirá dicho edificio, ya que, en realidad, el Señor no tiene necesidad
de morar en construcción alguna. No obstante, Dios bendice a David de to-
das formas, prometiéndole que sus descendientes heredarán el trono de ge-
neración en generación.
Este es otro pacto que Dios establece con el hombre, con los descen-
dientes de David. Por este motivo los judíos siempre han creído que el Me-
sías, es decir, el salvador escogido por Dios, nacería de la familia del salmis-
ta. El pacto citado se cumple por medio de Jesús, quien además de ser Hijo
de Dios, nace en la Tierra como descendiente directo de David.
Por medio de Natán, el rey de Israel escucha la Palabra, entra en la pre-
sencia de Dios y pregunta quién es él mismo, como para recibir una ben-
dición tan grande como la que le han prometido. Alaba al Señor y le pide
que, conforme a la Palabra, su casa sea bendecida para siempre.
Las guerras de David (capítulos 8-10)
El rey israelita se propone extender las tierras del reino, así que, po-
co a poco, ataca y conquista a las ciudades de Filistea, Moab, Soba, Hamat
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