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c­ontenidos. Además, el autor escribe bajo formas de literatura apo-
calíptica, por lo que dificulta aún más su interpretación.
Apocalipsis no es una línea de tiempo, sino una visión. Es por ello
que puede registrar un hecho, y luego, otro completamente diferen-
te. El tiempo de Dios es diferente al del hombre. Debemos reorga-
nizar el reloj espiritual que llevamos dentro, antes de leer este libro.
La visión de Juan (1:1-20)
Juan se encuentra en la isla de Patmos. Fue capturado cuando pre-
dicaba el evangelio, y traído aquí. En el día del Señor, cuando Juan
está orando, escucha sonar las trompetas (v. 10). Al voltearse, ve
al Señor en medio de la luz. Parece al Dios visto por Ezequiel (Ez.
40:3), y nos recuerda el libro de Daniel, cuando lo llaman ‘hijo del
hombre’ (Dn. 7:13).
Jesús es el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Le manda a Juan di-
ciendo: “Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han
de ser después de estas” (v. 19). El contenido de esto constituye en
una base de Apocalipsis. Lo que ‘has visto’ son visiones; ‘las que son’
son las circunstancias de la época de la visión; ‘las que han de ser’
son las profecías respecto al futuro.
La Palabra a las siete iglesias (2:1-3:22)
Las palabras de Jesús a las siete iglesias tienen un patrón en común.
Primero, alaba alguna virtud; luego, reprende su defecto; y conclu-
ye presentando un desafío, diciendo “El que tiene oído, oiga…”. Por
el orden de las iglesias mencionadas, se cree que Apocalipsis era
una epístola que circularía por las iglesias para ser leída. Comenzan-
do en Efeso, luego sería leída en Esmirna, Pérgamo, Tiatira, S­ardis,
F­iladelfia, y Laodicea.
Las siete iglesias de Apocalipsis
Pérgamo
Tiatira
Asia
Sardis
Esmirna
Filadelfia
Antioquia
Samos
Efeso
Laodicea
Mileto
Patmos
Gaza
Gnido
Rodas
Licia
Partia
Panfilia
Atalia
Quío
Mar Egeo