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Meditación mensual: Los frutos
Mi padre falleció temprano y tuve que
ayudar a mi madre en el campo en
una época de mucha pobreza. Labra-
ba la tierra hasta que se me llenaban
las manos de ampollas y la tierra da-
ba sus frutos. ¿Qué trabajo es tan dig-
no como este? Ya muy cerca de los
últimos años de vida me doy cuenta
de que ésta es así. Cosechamos según
el tiempo, interés, amor, dinero y es-
fuerzo que sembramos.
“[...] Pues todo lo que el hombre siem-
bre, eso también segará, porque el que
siembra para su carne, de la carne se-
gará corrupción; pero el que siembra
para el Espíritu, del Espíritu segará
vida eterna. No nos cansemos, pues,
de hacer bien, porque a su tiempo se-
garemos, si no desmayamos” (Gála-
tas 6:7-9).
Dios nos dio varias semillas, pero es
decisión de cada uno cuál sembrar y
cuál cosechar. En mi caso me esmeré
para dar frutos como esposo, profesor,
consejero político, anciano de la igle-
sia y predicador. No obstante, el más
valioso es la familia porque ésta es la
primera comunidad que Dios creó y
seguramente debe ser donde le gusta-
ría ver los resultados más hermosos.
El fruto de la vida
cielo
que pondrá en el canasto del
Kim Choon-keun
Fundador de JAMA,
director de GLDI (Global
Leadership Development
Institute) y autor de
“¿Por qué yo?” y “El
invierno y yo”.