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¿Qué debemos hacer como padres pa-
ra recoger los frutos que más alegren
a Dios en la familia?
Siembre valores correctos
A mis hijos les enseñé el modo de uti-
lizar el dinero y el tiempo para Dios.
Para que aprendieran el valor del es-
fuerzo y sudor, hice que trabajaran.
Debían limpiar sus habitaciones, sa-
car la basura, y otros deberes y les pa-
gábamos.
Además, para que aprendan a admi-
nistrar bien sus tiempos, los instruí
con un principio bíblico. Yo mismo
me esmeré para lograrlo. Los peque-
ños que crecieron viéndome hacer to-
do lo posible para pasar más tiempo
juntos, aprendieron a usar su tiem-
po eficientemente. Ya en la universi-
dad siempre se hacían un tiempo para
acompañarnos a orar en diferentes
ciudades. Hoy en día, cada uno for-
mó su familia y cumple con sus ro-
les de padres y esposos, siguiendo los
principios de la Biblia, e influencian-
do positivamente a la sociedad como
líderes cristianos.
Ponga a la familia en
primer lugar
Mi esposa y yo le damos la mayor
prioridad a pasar el tiempo con nues-
tros hijos. Hasta antes de que fueran
a la universidad, cada otoño viajaba
siete horas a solas con mi hijo para ir
a ver un partido de fútbol americano
que le encantaba. E íbamos, comía-
mos, y nos divertíamos haciendo lo
que a él le gustaba. Y a propósito dor-
mía en la misma cama que él que me
pateaba dormido, pero cuando eso pa-
saba lo abrazaba con mucho amor. Y
mi esposa hacía lo mismo con mi hija.
Siempre pusimos a la familia primero
por más ocupados que estuviéramos.
Sea el ejemplo
Como dijo el Apóstol Pablo: “Sed imi-
tadores de mí” (Filipenses 3:17), noso-
tros también nos esforzamos para ser
un ejemplo para nuestros hijos. Pusi-
mos lo mejor de nosotros para servir
a la iglesia y en el trabajo, y para mos-
trarles cómo resolver los problemas
maritales, con los hijos, y otras rela-
ciones interpersonales con Dios, con
la fe, con rectitud y honestidad. Aho-
ra cuando vemos que son mejores que
nosotros, luego de tantos años de sem-
brar, nos llenamos de alegría. Nuestro
fruto son nuestros hijos que crecieron
como devotos cristianos.
Una vez, mi hijo dio un testimonio
antes de que yo diera un sermón. Y
al concluir, me presentó diciendo: “Y
quien dará la Palabra hoy es mi mejor
amigo, mi mentor y mi ejemplo a se-
guir: mi padre”. Fue tan grato que mi
hijo me presentara así.
Muchos aseguran que no tienen tiem-
po. Eso es solo una excusa. Yo mismo
hice un gran esfuerzo para dedicarle
tiempo a mi familia. Mi mayor priori-
dad era cosechar frutos por medio de
la familia que Dios me dio y hallé Su
ayuda para lograrlo. Entonces, Él hi-
zo que tuviera una gran y valiosa co-
secha imposible de obtener solo con
mi esfuerzo.
¿Qué frutos desea obtener ante Dios?
El fruto de la vida cambia según nues-
tras prioridades y cómo utilicemos el
tiempo que nos fue otorgado. Ore pre-
guntándole a Dios cuál es su voluntad
y qué fruto desea. Acéptelo como su
mayor prioridad y dedíquele tiempo y
energía. Cumpla con su labor con go-
zo, sin frustrarse ni darse por venci-
do. Si siembra siguiendo la voluntad
de Dios, tendrá su cosecha.