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En 1 Juan 3:11-24 observaremos que en el amor exis-
ten cuatro principios. Amarnos los unos a los otros
poniendo la vida, de hecho y en verdad, y hasta el fin.
Si nos amamos los unos a los otros
La primera regla del amor es “amarnos los unos a
los otros” (v. 11). En el amor unilateral sufre tanto
el que ama como el que es amado porque es una re-
lación. Debemos amarnos como el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo que se aman mutuamente. Así en
Juan 13:34 dice: “Un mandamiento nuevo os doy:
Que os améis unos a otros; como yo os he amado,
que también os améis unos a otros”.
No existe nadie en el mundo que sea tan adinerado
que no necesite recibir amor, como tampoco hay na-
die que sea tan pobre que no pueda dar amor. Todos
podemos dar amor y debemos recibirlo. No cometa
el error de ser tan soberbio y no poder recibirlo. Si
alguien le da un obsequio, acéptelo con alegría. Si
lo invitan a comer, disfrútelo para que el otro tam-
bién pueda contentarse. Si no tiene nada puede dar
amor a través de la risa, divirtiendo al resto con su
entretenida forma de hablar, o ayudando al débil a
cargar objetos pesados. Haga feliz a los demás con el
don que Dios le dio. Felicite a su familia, a sus ami-
gos y a su prójimo. Entonces recibirá el mismo amor.
Dios también desea nuestro amor y se alegra cuan-
do elevamos nuestros brazos y confesamos “Eres el
único, Señor” porque la adoración es bidireccional,
y no unilateral. Dios nos amó tanto que hasta dio a
su único Hijo. Debemos expresar nuestro amor ha-
cia Él con toda nuestra fuerza, nuestra voz, nuestras
ofrendas, y servicios.
Si amamos entregando nuestras vidas
El segundo principio es “amar poniendo nuestras
vidas” (v. 16). Ame hasta el punto de poder entre-
gar su vida. Lo apropiado es que nosotros también
amemos a nuestro prójimo y al Señor de esta ma-
nera porque Jesús entregó la suya por nosotros. Sin
embargo, dar lo que es de uno es muy difícil y só-
lo es posible cuando obra el Espíritu Santo. En una