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L o v e S o n a t a
ocasión fui de vacaciones a Inglaterra y lo que más me gustó de allí es que no
tenía que afeitarme. Pero al regresar, tuve que hacerlo para dar un sermón y
me sentí muy apenado por la barba que me había crecido. Allí me di cuenta de
lo mucho que nos cuesta abandonar nuestras pequeñas posesiones, el honor,
el orgullo, etc. Si esto nos resulta difícil, ¿cómo podremos dar nuestras vidas?
No obstante, la Biblia nos asegura que esto es posible si el amor de Jesús quien
dio su vida por nosotros y nos aceptó tal como somos invade nuestros corazo-
nes y sucede en nosotros el milagro del Espíritu Santo. No se subestime por-
que lo podemos lograr en Dios.
Si amamos de hecho y en verdad
La tercera regla del amor es “amar de hecho y en verdad” (v. 18). Cuando di-
ce que no amemos de palabra ni de lengua, quiere decir que amemos así pero
también con los hechos y de verdad. En realidad es muy difícil amar de pa-
labra porque si hasta nos cuesta decirle a nuestra familia “Te amo”, piensen
cuán difícil debe ser amar de hecho y en verdad. Pero si el Espíritu permane-
ce en nosotros, seremos capaces de abrir la billetera y ayudar al necesitado,
poniendo al amor en acción. También podremos consolar al enfermo. Si de-
jamos de lado el egoísmo y el orgullo, podremos amar de palabra y de hecho.
Por lo tanto, tenga esperanza.
Si amamos hasta el fin
El último principio es “amar hasta el fin”. Debemos creer en el nombre de Je-
sucristo como lo dice su mandamiento (v. 23) y amarnos los unos a los otros
hasta el fin como lo hizo Él. “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús
que su hora había llegado para que pasara de este mundo al Padre, como había
amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1).
Cuando un matrimonio se casa, no se aman solo el día de la ceremonia. Sino
que deben amarse por siempre, en la enfermedad y en la salud, y hasta la ve-
jez. Los invitados deben dejar de comer y beber, y bendecir a la pareja hasta
El amor es una relación. Debemos amarnos como
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que se aman
mutuamente.
No existe nadie en el mundo que sea tan adinerado que
no necesite recibir amor,
Como tampoco hay nadie que sea tan pobre que no
pueda dar amor.
Todos podemos dar amor y debemos recibirlo.