Página 7 - TCDVV AGOSTO 2014-AVANCES

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co pasaba sólo tres veces al día, y esto
complicaba por las noches el regreso
de los estudiantes a sus hogares. Fui-
mos a la empresa de transporte pú-
blico para pedirle que considerara la
posibilidad de agregar una nueva co-
rrida hacia nuestro pueblo. Sin embar-
go, debido a la limitación idiomática,
las personas de allí creyeron que era
un extranjero desorientado y me ig-
noraron.
Dado que no podía bajar los brazos,
fui a la municipalidad y me reuní con
el responsable del transporte público.
Le conté sobre la pobreza de la aldea y
sobre cómo estos jóvenes se quedarían
sin futuro si no se les daba la oportuni-
dad de estudiar.
Me fue casi imposible contener las
lágrimas mientras le hablaba. Segura-
mente, Dios tocó su corazón, porque
inmediatamente llamó a la compañía
y le ordenó crear un nuevo recorrido.
Gracias a esto, los miembros de nues-
tra congregación podían volver a sus
casas el mismo día luego de estudiar.
Así, el 90% de ellos pudo completar la
secundaria y otros seis se graduaron de
la universidad. En solo diez años, nues-
tra Iglesia se volvió autosuficiente, al
grado de ser administrada por un lí-
der lugareño. Además, sembramos otra
congregación en 2005. Aún habiendo
hecho todo esto, no queremos detener-
nos, sino continuar plantando iglesias y
orar para que los demás también pue-
dan ser capacitados y educados para
que nos ayuden en esta tarea.
Fundando un jardín de niños
Durante los primeros diez años en
Mogi das Cruzes, los únicos que se gra-
duaron de la universidad fueron seis
miembros de nuestra congregación,
pues el entorno de la aldea no era el
ideal para alcanzar objetivos académi-
cos. El estudiante que quería ir a la uni-
versidad debía trabajar para juntar el
dinero de la colegiatura, lo cual era ca-
si imposible de hacer trabajando me-
dio tiempo. Para modificar esto, y para
que la educación fuera considerada im-
portante, decidimos fundar un jardín
de niños.
Lo construimos cuatro años des-
pués de haber comenzado el ministe-
rio allí. Lo inauguramos en 2000, y tres
años más tarde, el Ministerio de Educa-
ción nos otorgó el reconocimiento co-
mo escuela oficial. Conseguimos una
subsidio del gobierno, ya que servía-
mos a la comunidad como guardería,
ayudando a las madres solteras y a las
familias en las que ambos padres traba-
jaban. Esto nos permitió contratar de
maestros, administradores, guardias,
y empleados de comedor a los fieles
de nuestra iglesia que querían conti-
nuar con sus estudios superiores. De
esta manera, pudieron juntar el dine-
ro para la inscripción y completar sus
estudios.
Una cosecha muy valiosa
Tuve el privilegio de compartir el
Evangelio, tanto con los jóvenes de la
aldea, como con estudiantes de la ciu-
dad. Noté que estaban perdidos, pues
carecían de sueños y aspiraciones. Los
universitarios jamás habían asistido a
una congregación; pero, decidieron
aceptar a Jesucristo como su Señor y
Salvador, permitiéndole que transfor-
mara sus vidas para darles la visión de
ser instrumentos de Él y trabajar pa-
ra su gloria. Haber sido testigos de ese
cambio y de la decisión de obedecer al
llamamiento de Dios en sus vidas pa-
ra ser vasijas de su obra, es uno de los
mejores recuerdos que tenemos de la
misión.