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Introducción bíblica
‘destrucción o destructor’. Hay controversias respecto a quién es él, pero lo cierto es
que es juzgado por Dios. Al sonar la sexta trompeta, son desatados cuatro ángeles
quienes destruyen aún más la tierra. El propósito de este juicio es llevar a los hombres
al arrepentimiento, sin embargo, ellos no se vuelven de sus pecados. Antes de sonar
la séptima trompeta, aparece un librito y dos testigos. El ángel le entrega el librito
a Juan y le ordena comer de él (ref. Ez. 3:1-3). El librito es dulce como la miel en su
boca; pero amarga su vientre. La Palabra de Dios es dulce; pero amargo es su juicio.
Aquí Juan mide el templo como en Ezequiel. En este libro del Antiguo Testamento, el
ángel es quien mide el templo (Ez. 40:5-42:20); pero en Apocalipsis, es Juan quien lo
mide con una caña semejante a una vara de medir que la recibe del ángel (Ap. 11:1).
En el capítulo 11 de Apocalipsis, aparece el templo, que es un símbolo mencionado
en Ezequiel; y los olivos, que son un símbolo que aparece en Zacarías (cap. 4).
Es difíci l interpretar estos símbolos, pero considerando las características de
Apocalipsis, podemos deducirlo con cierta certeza. El templo simboliza el pueblo de
Dios; y los olivos, al rey y a los sacerdotes. Los dos testigos son dos olivos, quienes
son pisoteados por la bestia que sale del pozo del abismo; pero luego de tres días
y medio, se levantarán con vida. Respecto a los dos testigos, algunos opinan que
podrían ser Pedro y Pablo, quienes sufrieron martirio en Roma; pero la opinión más
generalizada es que simboliza a la Iglesia, testigo eterno de Cristo. Los impíos que
no han sido condenados por la Iglesia, se alegran al ver la muerte de ella. Al sonar la
séptima trompeta, el templo de Dios es abierto en el Cielo. El Arca del Pacto del lugar
santísimo, al cual sólo el sumo sacerdote podía acercarse, ahora es vista por todos.
La mujer y las dos bestias (12:1-13:18)
La historia de la mujer y las dos bestias retratan simbólicamente la historia de la Iglesia
primitiva y la predicación del Evangelio. La mujer representa al pueblo escogido por
Dios; la corona que lleva sobre su cabeza tiene doce estrellas, símbolo de las doce tribus
de Israel. Ella engendra al que gobernará con poder junto con Dios.
El dragón siempre ha sido un símbolo de Satanás; y nos recuerda al Leviatán (Is. 27:1)
que es una potestad que trae confusión. Una vez que es vencido por Miguel, y lanzado
a la tierra, el dragón persigue a la mujer y a su hijo varón para entablar una guerra en el
desierto. Esto hace referencia a la persecución que la Iglesia, que se encuentra en Israel
y dispersa en todo el mundo, padecerá. Hay dos bestias que siguen al dragón, y que
nos recuerdan a las bestias de Daniel (cap. 7). Es probable que la primera represente
al Imperio Romano y, la segunda, a la idolatría al emperador. Algunos interpretan la
segunda bestia como el anticristo; y su número es el seiscientos sesenta y seis. Es posible
pensar que este es la suma de los valores de las letras en hebreo del ‘emperador Nerón’ o
que simbolice un número imperfecto, ya que no llega a sumar siete, el número perfecto.
El anuncio de la última plaga (14:1-20)
Por otro lado, los ciento cuarenta y cuatro mil llevan el nombre de Dios y el del Cordero
en la frente. Ellos cantan un cántico nuevo. Tres ángeles vuelan en medio del Cielo