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Vanidad de vanidades (1:2-2:26)
La persona que declara vanidad de vanidades es el rey de Jerusalén,
que tiene más sabiduría que cualquier otro. Ha llevado una vida de
muchas riquezas y fama; además de ser uno de los sabios más no-
torios de la época. El problema está en que nada de esto tiene sen-
tido para él. Como tiene sabiduría, podríamos decir que es mejor
que ser necio, pero esto es vanidad también. Porque al final, todo
se perderá. Si trabajamos con toda ciencia, sabiduría y dones, qui-
zás Dios nos recompense, sin embargo, el Predicador sabe que esto
también es vanidad.
Todo tiene su tiempo (3:1-22)
Todas las cosas tienen un tiempo y una hora. Esto es así porque Je-
hová hizo la creación para que todas las cosas ocurran a su debido
tiempo. Las obras de Dios son eternas; el hombre debe temer su
nombre. Nadie sabe lo que irá a acontecer, pero la decisión correc-
ta es confiar en Dios que juzga con justicia y equidad, y disfrutar del
trabajo que Dios nos da.
La vida es injusta (4:1-6:12)
Lo que se había tornado positivo y luminoso momentáneamente,
pronto vuelve a oscurecer. El Predicador dice que más vale abando-
nar cuanto antes el mundo que está lleno de injusticias; pero mejor
que esto, es no haber nacido. El trabajo es vanidad. El Predicador se
ríe de su propio sarcasmo. Pero hay veces que un amigo nos brinda
ayuda. La sabiduría es beneficiosa en ciertos aspectos. Mejor es no
abrir la boca delante de Dios en vano. Si hubiéramos prometido al-
go a Dios (voto), debemos apresurarnos en cumplirlo.
Ha sido testigo del maltrato de los pobres; del menosprecio de la jus-
ticia y la equidad; sin embargo, no es mucho lo que puede hacer. Al
ver la crueldad del mundo, debemos recordar que hay uno que está
más arriba, y que escudriña todas las cosas. Esta verdad revelada por
el rey de una nación, nos deja perplejos. Si la vida es tan injusta, en-
tonces ¿por qué luchar por ella? La forma de pensar del rey presen-
ta un problema moral. Porque si bien se encuentra en una posición
crucial para instaurar la justicia, no mueve un dedo para mejorar la
situación. Pero justamente este es el propósito del libro Eclesiastés.
Porque nos quiere mostrar las cosas que ocurren en el mundo tal co-
mo son. El sarcasmo del Predicador ante las paradojas del mundo
nos hace reflexionar a los lectores.
Nadie conoce el futuro (7:1-9:12)
Aquí podemos imaginarnos al predicador dejar un poco el enojo pa-
ra dar lugar a una sonrisa. La sabiduría nos protege. Nos regocijamo­s